Mi nombre es Ángela María Arango Zapata, tengo 45 años (2016) y vivo en el Vendrell, provincia de Tarragona. Mi hijo Karlos, el 6 de enero de 2015, estando de vacaciones en Medellín, (Colombia) le diagnosticaron una artritis séptica en cadera izquierda, con sospecha de shock tóxico, a causa de una bacteria llamada estafilococus aureus sensible.
El procedimiento fue hacerle una artrotomía y posterior drenaje. Fue tratado con antibióticos. Después de 8 días, le hacen otra limpieza y lavado. Al no mejorar en 4 días, lo vuelven a meter en quirófano para realizar otro drenaje de cadera y de cabeza del fémur (OSTEOMIELITIS) que también lo tenía afectado. Le pusieron un yeso pelvipédico desde el pecho hasta tobillo de pierna izquierda. A fin de cuenta, 2 meses hospitalizados.
Al darle el alta después de estos meses estuvimos en otro mes, preparándonos para poder regresar a España. Al llegar a Tarragona, el traumatólogo que lo trató no nos daba buenas expectativas con el niño. Él ya tenía que utilizar silla de ruedas y no se veía mejoría, ya que lo normal eran 6 meses y ya los llevábamos. Estando muy bajos de moral, una amiga nos habló de Josep Pàmies y del MMS, inmediatamente fuimos a visitarlo a Balaguer. Nos atendió Aleix y nos explicó el protocolo del MMS: comenzamos 1 gota activada con agua de mar y agua dulce y así día a día fuimos aumentando una gota hasta llegar a 8 gotas.
Estuvimos con 8 gotas, 21 días y después descansamos 9 días y así estuvimos 3 meses, ya que el niño presentaba una gran mejoría. Dejamos el MMS. La sorpresa fue que el niño a los 15 días quería levantarse de la silla y no lo creíamos. Lo llevamos a que su médico lo viera y no podía creer su mejoría. Aleix, además del MMS, también nos dio otras pautas para seguir: cambio de alimentación y magnesio.
La verdad es que para utilizar el MMS, tienes que estar abierto a todo. Mi hijo hoy camina. Si no fuera por el MMS y las indicaciones de la Dulce Revolución estaríamos muy mal. Yo invito a todas las personas que lean esta publicación que las cosas hay que hacerlas sin miedo y pensando en un mejor bienestar. Dios los bendiga, no tenemos con qué pagarles el hecho de devolvernos la felicidad.