A una amiga mía le explotó un termo (aparato para mantener calientes los líquidos). Fue a urgencias y le pusieron una pomada, Silvederma, que en lugar de aliviar el dolor la hizo sufrir mucho.
El médico le había dicho que ella misma se podía curar la herida cada día. Como esta amiga vive ante nuestro centro social, entró a enseñármelo. Tenía una parte de la cara, cuello, el pectoral y los dos pechos con ampollas. Me pidió la pomada de las abuelas que yo hago y se puso en mis manos.
Empecé por lavarlo todo con agua de tomillo, hierba del traidor o consuelda menor (prunella vulgaris) y llantén. Una vez limpio le puse el ungüento poco a poco y encima hojas de llantén escaldadas, que ayuda a cicatrizar. La vendé con ropa de algodón y después le puse un pañuelo en la cara.
Al primer día ya me dijo que se sentía mucho mejor y así lo repetimos durante 13 días. Ahora tiene una cara y pechos sin ninguna señal de nada. Yo creía que en las zonas donde había la piel más levantada quedaría alguna cicatriz. Pero no! Ahora ya vuelve a trabajar en la guardería y estamos contentísimas! Estoy convencida de que el llantén se tendría que conocer más y mejor.
Nuestra pomada se ha heredado de las abuelas, de generación en generación, y ahora la tenemos por escrito para no perderla con el boca a boca. Se prepara de la siguiente manera:
En 1 litro de aceite de oliva de primera prensada añadimos 200 gr. de cera pura. Al baño maría añadimos llantén, hierba del traidor, manzanilla, salvia de los prados, un poco de salvia officinalis, unos cortes de raíz de perejil, unas ramas de tomillo y 3 granos de ajo.
Nosotros añadimos un puñado de lavanda y 11 flores de caléndula. Lo vamos removiendo con cuchara de madera. La cazuela tiene que ser de acero inoxidable o esmaltada, nunca de aluminio.
Después de una hora a fuego lento, se retira del fuego y, cuando no esté tan caliente, se filtra con un colador de ropa y se va removiendo, para emulsionar. Si se quiere se pueden añadir unos gotas de aceite esencial de lavanda. Después se pasa a botes de vidrio, o de plástico, y se puede guardar más de un año.
Es una crema o ungüento fantástico al que, de tanto en tanto, nuestra alquimista añade alguna otra planta, como pétalos de rosas u hoja de parra. Es una manera de ir enriqueciendo un preparado heredado de nuestras abuelas.