El silencio modifica tu cerebro, casi como una droga y según investigaciones recientes podría ser vital para el organismo. Con dos horas de silencio al día se favorece la creación de neuronas en el hipocampo, nos volvemos más sensibles y empáticos. El área giro supramarginal (que genera amor y empatía) funciona mejor. Se activan procesos de atención, la corteza perofrontal descansa y así se activa la “atención pasiva” necesaria para guardar energía sin dejar de estar atentos. Liberamos tensión. Las neuronas de la corteza auditiva se relajan.