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Mi nombre es Xavier, tengo 52 años (2016) y resido en Barcelona. Os envío el relato de lo que fue uno de los acontecimientos más importantes de mi vida, que, paradójicamente, casi acaba con ella.

El día 2 de mayo de 2009 (el día del 2-6 del Madrid - Barça) al medio día, estaba comiendo con la familia, y cuando salimos del restaurante, noté un fuerte dolor en el pecho, que se extendía en el brazo izquierdo. Ya había tenido dolores varios desde un tiempo antes y había ido al médico, pero me dijo que aquello seguramente era un dolor en la vejiga (hiato) que si bien había que tenerlo controlado, no le parecía grave. Pues al final, aquel dolor, era de una obstrucción en una arteria coronaria y me provocó un infarto. Yo no soy una persona que se queje mucho cuando sufre dolores. Quizás por aquello cuando le dije con la mano en el pecho a mi mujer que nos íbamos al hospital no hizo preguntas, cogió a mi hija y no hablamos del tema hasta el hospital, aunque ambos sabíamos qué podía estar pasando.

En poco tiempo estaba en el quirófano poniéndome un sten. Me costó asimilarlo todo. No me entraba en la cabeza que una persona que había hecho deporte toda la vida le pudiera estar pasando aquello, y con 45 años, si bien era consciente de que llevaba un tiempo descuidando ejercicio y alimentación.

Estuve 3 días en la UCI y luego me enviaron a casa, eso sí, con una lista bastante importante de medicamentos para: colesterol, anticoagulante, tensión arterial. Por un lado, me dijeron que había tenido mucha suerte porque el corazón había quedado casi intacto, sin necrosis. Por otro lado, yo me veía con una vida muy limitada.

Mi recuperación cardiaca la llevaban al Hospital de Sant Pau, que es donde me atendieron. Me visitaba con una enfermera que yo le decía "la sargento de hierro", porque, sorprendentemente, me daba mucha caña a la hora de hacer ejercicio. Empecé suave con la bicicleta elíptica, pero pronto me puso a correr en cinta en el gimnasio, lo que me animó mucho. Le iba con los resultados y me decía que no, que más caña. Me ayudó mucho moralmente, en serio. Yo ya había corrido antes, pero siempre como complemento de otros deportes, nunca había hecho atletismo.

Pasó el tiempo y me dieron el alta. Yo me animé a seguir corriendo en cinta, con precaución. Paralelamente con el ejercicio notaba que me mareaba mucho. También por las mañanas tenía unos calambres en las piernas que cada vez eran más dolorosos. Le comenté al médico y no le dio importancia y me prescribió que siguiera con la medicación.

Pasaron dos años y la cosa iba a peor. Muchos mareos, sobre todo en el verano si iba al gimnasio, lo que me limitaba mucho, porque sufría mucho con una presión muy baja con el calor. Y los calambres en las piernas fueron a más, sobre todo al levantarme. Había investigado sobre los medicamentos que tomaba en internet  y vi que esto era muy común y que le pasaba a mucha gente.

A razón de tener más información, y ya que el médico no lo hacía, me bajé por mí mismo la medicación de la presión a la mitad. Pero los síntomas eran los mismos, menos mareos pero todavía la presión muy baja. Incluso los enfermeros cuando me tomaban la presión me decían que la tenía demasiado baja. Yo le comentaba al médico por indicación de los enfermeros, pero ni caso. Y ni caso tampoco sobre las rampas matutinas que tenía, y sobre el edema que tenía frecuentemente en los pies que me hacían dormir con los pies sobre una almohada.

Después de leer mucho por internet sobre todo lo que me estaba tomando, los efectos secundarios, testimonios al respecto, la dudosa necesidad de muchos de ellos, que muchas veces perjudicaban más que beneficiaban, y ver cómo funciona el negocio farmacéutico y sus interacciones con los médicos (estaba cansado de ver a los visitadores médicos en la consulta de mi médico pasando por delante de los pacientes), decidí que ya era suficiente. La conclusión era que me estaban envenenando y que habían creado un cliente fiel de sus potingues.

Así que, no sin cierta incertidumbre, pero con la determinación de estar informado, decidí que un cambio de vida era lo que necesitaba. Empecé a salir a correr a la calle, poco a poco, para probar sensaciones. Me empecé a sentir muy bien, y decidí dar el siguiente paso: todos los medicamentos a la basura. Y a ver qué pasaba.

En las pruebas que me hacían (pruebas de esfuerzo y ecocardiografías) todo me salía muy bien. En las pruebas de esfuerzo me decían que daba registros bastante por encima de la media y que se notaba que era una persona entrenada. A mí me sorprendía porque tampoco es que hiciera demasiado, pero evidentemente bien estaba y era muy agradable oírlo, como que en las ecocardiografías no salían lesiones perceptibles. Pues bien, la presión se mantuvo baja, pero ya no había mareos y los niveles ahora eran razonables. Las rampas matutinas desaparecieron, así como la inflamación en los pies por edema y cada vez podía correr más distancia. Y entonces di el tercer paso en mi transformación.

Yo había sido vegetariano anteriormente, no por motivo de salud, sino para defender a los animales e intentar pasar por la vida haciendo el menos daño posible. Pero en ese momento también podía encontrar una motivación para mi salud. No había parado de informarme sobre todo lo que tenía que ver con la salud cardiovascular, y una de las cosas que ya sabía, pero que me quedó mucho más reforzada por mi experiencia y el interés en tirar por la vía natural para tratar mi salud y prescindir de la industria farmacéutica y de sus productos. Y también en ese momento por una cuestión ya de militancia en contra de una industria que ya consideraba muy perversa por este y por muchos otros motivos. Nos quieren como clientes, y por tanto enfermos. No quieren curar, quieren enfermos para mantener su clientela.

Pues por si no tenía ya suficientes motivos para volver a ser vegetariano viendo el tratamiento que tenía la carne y el perjuicio que provocaba por las personas, por la carne misma y por todas las cosas que les daban a los pobres animales, me encontré otra vez con las motivaciones éticas en un discurso de Yaris Yourofsky (https://youtu.be/ZzvK5uLu7F0), un activista en defensa de los derechos de los animales y difusor del veganismo. Y me llegó muy dentro. Dejé progresivamente de comer carne, de animales terrestres y marinos, y de consumir cualquier producto de origen animal, por una cuestión ética, pero también de salud, por este orden, y también de la mano de mi hija, que en ese momento iba un paso delante de mí en este tema. Y me negué a seguir considerando a los animales como materia prima.
 
Resultado: he crecido mucho como persona, me ha cambiado la vida para mejor, y me siento mucho mejor de salud, de ánimo y mucho más vital. He perdido 17 kilos y he incorporado el correr, ya no como una actividad deportiva, sino como una filosofía de vida. No corro para ganar a nadie, corro para superarme a mí mismo, porque me gusta, porque me hace sentir bien y para ir incluso más lejos de lo que había ido antes del infarto. Visto así se cumple aquella máxima de que "no hay mal que por bien no venga". Y también la otra que dice "lo que no te mata te hace más fuerte".

Evito la medicina química, porque desconfío mucho de ella (me han dado razones de sobra) y de la industria farmacéutica, y también de los médicos en general (aunque hay honrosísimas excepciones, y no pocas) y procuro utilizar siempre productos naturales. Es por ello que desde que descubrí Dulce Revolución les he seguido muy de cerca y con interés por su inestimable labor, hasta que escribí en un hilo de facebook llamado "El gran engaño del colesterol" explicando un poco lo que me había pasado.

Sigo yendo a ver a mi cardiólogo, que me dice que mi medicación me va muy bien porque todo sale cada vez mejor. Cualquier día le diré lo que hice con los medicamentos, hará ahora (2016) unos cinco años. Si todo va bien, que ya veremos, pues uno ya no tiene 20 años, para mayo del 2017 haré mi primera maratón en Barcelona. Si lo consigo, será un momento muy emocionante para mí para rubricar una etapa de mi vida. El escribirlo ahora aquí me da muchos más ánimos para hacerlo. Salud para todos!

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